Debido a su casi total dependencia del uso de combustibles fósiles como fuente de energía, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del transporte marítimo, así como de diversos contaminantes atmosféricos y de carbono negro, van en aumento.

Tomado en su conjunto, este sector es ya el sexto mayor emisor del mundo de GEI (con casi un 3% del total mundial de las emisiones). Pese a ello, este sector sigue muy rezagado con respecto a otros en cuanto a sus esfuerzos por reducir su huella climática y la contaminación de todo tipo que produce.

La descarbonización del transporte marítimo es tecnológicamente posible y requiere la integración de diversas medidas, algunas ya disponibles mientras que otras tendrán que incorporarse a medio-largo plazo. Entre las primeras, el aumento de la eficiencia de los motores, de las hélices y el diseño de la propia embarcación, junto con los sistemas de apoyo eólico a la navegación, tendrá un impacto significativo en la reducción de las emisiones y, sobre todo, en el recorte del futuro crecimiento de las mismas.

Otras medidas de eficiencia operativa, en particular la reducción de la velocidad de los barcos, son muy importantes para reducir el consumo de energía y las emisiones, y pueden adoptarse inmediatamente y de la forma más eficiente en coste. No obstante, la descarbonización total del transporte marítimo requerirá cambios en el almacenamiento y uso de la energía a bordo y depende de la disponibilidad de tecnologías marinas libres de carbono, como los combustibles renovables de origen no biológico (RFNBO, en sus siglas en inglés), es decir el hidrógeno verde (obtenido por electrólisis del agua usando exclusivamente energía 100% renovable) y los electrocombustibles derivados de él.

Sin embargo, éstas no existen actualmente en una forma o escala que pueda aplicarse a los grandes buques comerciales, especialmente a los que realizan viajes transoceánicos, por lo que se requieren cambios legislativos que impulsen su despliegue rápido y eficaz.